Aprovechando la última jornada
futbolera en competición europea, hoy vamos a analizar el peso del fascismo y
la figura de Benito Mussolini en el mundo deportivo. Seguro que has podido ver
la imagen de Olivier Ntcham celebrando el gol que daría la victoria al Celtic
Glasgow (2-1) en el minuto 95 frente a la Lazio en Europa League. Muchos han
(mal)interpretado que, en su celebración, el jugador francés recreaba la muerte
del dictador italiano. Precisamente, horas antes del encuentro, los ultras
fascistas de la Lazio (a quienes denominan “Irriducibili”) habían estado
haciendo saludos fascistas por las calles de Glasgow junto a la decoración poco
grata de sus pieles con tatuajes de esvásticas.
Curiosamente, durante el partido, los aficionados
escoceses mostraron una pancarta con el título “Seguid a vuestro líder” en la
que se podía ver la famosa imagen de Benito Mussolini colgado por los
pies. Una instantánea del 29 de abril de 1945 en la Plaza Loreto de Milán que
quedaría para el recuerdo histórico. Tras ser fusilado, el dictador fue
expuesto en dicho emplazamiento, donde los partisanos y la población sometieron
al cadáver a múltiples ultrajes. El cadáver recibió tantos golpes que su rostro
quedó prácticamente irreconocible.
Veremos, a continuación, cuál es la
vinculación de Mussolini con el fútbol y la repercusión del fascismo en el
mismo. Pese a que Il Duce fuera el
germen de un club tan mítico como la AS Roma, era aficionado de la Lazio (o eso
dicen). La creación de la Roma se debió a la idea del Partido Fascista Italiano
de fundar un equipo en la capital del país lo suficientemente poderoso que
fuera capaz de disputar el liderazgo a equipos del norte como la Juventus, el
AC Milán y el Inter. Lógicamente, Mussolini sabía que el fútbol suponía un gran
vehículo para llevar a las masas el ideal fascista que defendía un país unido y
compacto, así que lo aprovechó al máximo. El 22 de agosto de 1927 nacería la AS
Roma a través de la fusión de tres equipos ya existentes en la capital: Alba-Audace, Fortitudo-ProRoma y Roman Football Club. El dictador declaró: "El Partido Fascista creó al club, el club es para el pueblo, el pueblo es para el régimen". La AS Roma se utilizaría como estandarte de todos esos ideales y valores del fascismo.
Es curioso, pero en dicha fundación
se procuró unir a otro equipo de la ciudad, la Lazio, que se negó por la personalidad más influyente que lo encabezaba: Giorgio Vaccaro. Éste, general militar fascista, intentó que dicho club fuera el que absorbiera a los demás y no la AS Roma. Vaccaro consideraba que los blanquiazules tenían un carácter diferente a lo que pretendía el dictador, aunque es cierto que otras fuentes hablan de una negativa del militar ante una oferta monetaria que consideró insuficiente. Por esa resistencia, la Lazio continuó separada como club, lo que tuvo como consecuencia una enorme rivalidad para la historia futbolística. En nuestros días podemos ver un partido explosivo en el que existe una presencia total de símbolos y cánticos fascistas. Ultras de extrema derecha que se presentan como herencia de Mussolini y manchan el fútbol con esta ideología.

Está reconocido que el dictador
italiano era seguidor de la Lazio. De hecho, asistía a algunos partidos y en 1929
se convirtió en socio de honor del club. Pese a su muerte en 1945, los grupos ultras de la Lazio que se adscribieron a dicha ideología empezaron a surgir en la década de los 70. La primera referencia la encontramos con los Commandos Monteverde Lazio, creados en 1971. Sin embargo, el contagio fascista caló incluso en el vestuario de los biancocelesti. Giorgio Chinaglia, futbolista clave en la Lazio desde 1969 hasta 1976, se declaró abiertamente fascista desde un primer momento. Junto a Luigi Maritini (en Le Aquile desde 1971 a 1979), que llegó a ser parlamentario representando a un partido de extrema derecha (Alleanza Nazionale), fomentaron la tenencia de armas entre sus compañeros. De hecho, el portero de la escuadra en aquel momento, Felipe Pulici, declaró: "Llevábamos pistolas más o menos todos". A partir de estos momentos, Chinaglia, como líder del equipo, y los fundadores de los Commandos Monteverde Lazio, mantuvieron una relación muy estrecha, algo que dio lugar al asentamiento de la ideología extrema-derechista en los grupos ultras del club.
Conforme avanzaron las temporadas,
los fascistas biancocelesti protagonizaron episodios lamentables que quedarán en
las retinas de los espectadores. Uno de los más llamativos se dio en el derbi
contra la AS Roma en 1998, donde se mostraron pancartas con frases como “Auschwitz
es vuestra patria. Los hornos, vuestras casas” o “Equipo de negros, hinchada de
judíos”. Curiosamente, esta ideología no se queda en la grada, sino que
encontramos a uno de los jugadores más controvertidos de las últimas décadas con
respecto a este tema: Paolo Di Canio. Presenta una carrera deportiva extensa,
estando en la Societá Sportiva Lazio en tres etapas diferentes
(1985-86/1987-90/2004-06), donde no pudo levantar ningún título. Sí lo hizo con
el AC Milán (Liga 1995-96 y Supercopa de Europa 1999) y la Juventus (Copa de la
UEFA 1993 y Champions League 1996). Di Canio muestra a través de su piel la
ideología que presenta; tatuajes que hacen referencia al fascismo, como la
palabra “DVX” en honor a Mussolini o una gran águila imperial en su espalda.
Este hecho, por supuesto, le valío para que los ultras de la Curva Nord lo
tengan en un pedestal. Una de sus episodios más famosos se daría en un derbi
contra la Roma que acabaron ganando los biancocelesti por 3-1. Di Canio celebró
un gol ante la grada levantando su brazo derecho haciendo el saludo fascista. Aunque
el italiano argumentara que se trataba de “un saludo de camarada a camarada”,
quedó señalado para siempre. Lo cierto es que volvió a reiterar ese mismo
movimiento en varias ocasiones posteriores a pesar de las sanciones impuestas
por la Federación Italiana de Fútbol. Aunque sorprenda, la propia facción
radical de aficionados llegó a recaudar a veces el dinero de la sanción.
En esta primera parte del artículo
hemos visto hasta la influencia del fascismo en el Calcio (específicamente, en
la Roma y la Lazio), pero Mussolini también tendrá un papel fundamental en el
fútbol internacional, en este caso, en el contexto de las selecciones nacionales.
En 1930 se celebrará el Mundial en Uruguay, anfitriona que, curiosamente, se
haría también con la copa tras vencer a Argentina en la final. Al Duce se le quedó la espina clavada, ya
que pretendía celebrar la competición en Italia. En 1932 se convocaría en
Estocolmo (Suecia) el XXI Congreso de la FIFA para anunciar la sede del Mundial
de 1934. El gabinete de Mussolini y el propio líder sabían que estaban ante una
nueva oportunidad clave de albergar el campeonato. De esta manera, se presionó
a los candidatos hasta tal punto que consiguieron su cometido: la competición
se celebraría en Italia. Un evento de un valor propagandístico y nacionalista
incalculable para el régimen fascista. El siguiente paso estaba claro: ganar el
Mundial mediante cualquier vía.
Futbolistas y el propio seleccionador
italiano, Vittorio Pozzo, reconocieron con el tiempo que el Duce presionó a cargos
directivos como el presidente de la Federación Italiana de Fútbol, Giorgio Vaccaro,
para conseguir la victoria en el campeonato. Se dice que Mussolini habló con Vaccaro y concretó lo siguiente: “No sé cómo se hará, pero Italia debe ganar este
campeonato. Es una orden”. De hecho, en 1931 el gobierno autorizó la llegada de
jugadores latinoamericanos que tuvieran raíces italianas. Se lograron
nacionalizar a buenos jugadores como Luis Monti, Attilio Demaría, Enrique
Guaita o Anfilogino Guarisi, a quienes prometieron lujosas recompensas (y que
después del éxito no se cumplieron; de hecho, Monti llegó a exiliarse). Como era lógico, estos hechos fueron
criticados por la prensa internacional. Críticas que fueron respondidas por el
seleccionador con una frase enigmática: “Si pueden morir por Italia, pueden
jugar con Italia”.
En el Mundial, Italia alcanzó la
final contra Checoslovaquia. Muchos hablan de amenazas y manipulación de
arbitrajes que consintieron demasiado durante ese camino hasta la gloria de los
italianos. De hecho, en cuartos de final Italia se enfrentó a España en un
partido en el que, al parecer, se consintió bastante dureza de los Azzurri. La
misión de engrandecer a toda la nación y valorizar la raza mediante el fútbol
estaba completada. La Selección Italiana levantó el Campeonato del Mundo en el Stadio Nazionale del Partito Nazionale Fascista (Roma).
Sin embargo, toda esta morfología
fascista continuó en el Mundial de Francia de 1938. La elección de la sede se
daría en Berlín en 1936, justo cuando se estaban desarrollando los Juegos
Olímpicos en Alemania (otra gran propaganda nacionalista y del partido
fascista, en este caso, de Hitler). Existían tres candidaturas principales:
Francia, Alemania y Argentina. En la elección se incumplió el pacto de alternar
el mundial con el continente americano, ya que la mayoría de los miembros de la
FIFA eran franceses. A excepción de Brasil, todos los países latinoamericanos
renunciaron a la participación en dicho Mundial ante esa injusta votación de la
FIFA. Finalmente, el campeonato se lo llevaría Italia, convirtiéndose en la
primera selección bicampeona del Mundo. Eduardo Galeano, en su obra “El fútbol
a sol y sombra” explicó que “Para
Mussolini, este triunfo era una cuestión de Estado. En la víspera, los
jugadores italianos recibieron, desde Roma, un telegrama de tres palabras, firmado
por el jefe del fascismo: Vencer o morir. No hubo necesidad de morir, porque
Italia ganó 4-2. Al día siguiente, los vencedores vistieron uniforme militar en
la ceremonia de celebración, que el Duce presidió”.
Tendríamos que esperar 12 años para
volver a vivir un Mundial, ya que en 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial. En
1945 se pondría fin a la contienda más sangrienta de la historia, y a la par, a
los regímenes fascistas tanto alemán como italiano. Pese a que la FIFA pretendía
reanudar el campeonato lo antes posible en 1946, Europa se encontraba en un
contexto económico, social y estructural, nefasto tras la guerra. La FIFA
celebró su congreso en Luxemburgo en 1946 para elegir sede para la Copa del
Mundo en 1950; la sede elegida fue Brasil. El resto, fue historia.
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